Tarde
En el último tiempo venían festejando los cumpleaños por separado. Canchitas de fútbol, para unos; reuniones en las casas, para las otras. Pero esta vez va a haber baile. Es el cumpleaños de Sol y no puede ser de otra manera: las novedades siempre llegan de su mano. Los varones hacen de cuenta que les fastidia la idea, pero están nerviosos. Las chicas se pasan un mes charlando sobre lo que se van a poner. Un vestido que llegue hasta acá, de tal color, con el cuello así y lápiz de labios, sin falta, te lo presto, te lo comparto.
A Eugenia le gusta su vestido, sale contenta de la casa y se mira de refilón en las vidrieras. Se imagina cómo se va a mover, seguro se le acampana un poco al girar, tiene pensado un juego de brazos y pies para los ritmos rápidos y, para los lentos, va a hacer lo mismo que hagan los demás. No practicó. Imposible, en su casa nadie baila y se hubieran muerto de risa al verla. Va a seguir la música, con eso alcanza, se tiene confianza. Llega a la fiesta, le da un beso a la madre antes de pisar a la puerta y, de pura ansiedad, hace una carrerita y entra. Cuando ve a las compañeras, se le viene el mundo abajo. Al lado de la ropa negra y ajustada de ellas, su vestido es de nena y su peinado tirante desentona con las melenas sueltas que a las otras se les vienen a la cara. Piensa en sacarse la gomita, pero el pelo marcado sería peor todavía.
El tema que suena de pronto las hace gritar y las pone a todas a bailar. Los varones poco a poco también se animan. Ella se cruza de brazos, se sirve gaseosa, se hace la distraída. Recuerda en secreto las ganas que tenía, cómo quería moverse y reírse y hasta pensaba que las otras iban a querer imitarle los pasos. Ahora, con el volumen al máximo, la sola idea de bailar la hace poner colorada. Sol, en cambio, domina todas las coreografías y se sabe las letras. Parece otra, parece mayor. A Eugenia le viene a la cabeza la señorita Edith marcando el ritmo en la clase. Eso no ayuda, no alcanza, apenas le da para un tímido paso, junto, paso, junto, paso. Sin gracia. El cuerpo se le planta, llega tarde a la música, no cuadra con las fantasías. Lo único que quiere es que pronto se termine y la vengan a buscar.