¿Me ves?
¿Estás ahí? Apagué la luz. Prefiero no ver nada antes que cruzarme con tus cosas en la habitación. Tengo el teléfono en la mano. Todavía sonreís en la foto de perfil y te escribo. ¿Hasta cuando? Afuera algunas ventanas de los edificios parpadean al unísono: rojo, azul, rojo, azul y después se quedan mansas en un verde pálido. Cierro la persiana antes de que los televisores sintonizados en el mismo canal vuelvan a su aleteo eufórico. Me da bronca que el mundo siga girando. Y vos tan en silencio.
Me arden los ojos, tengo el pelo engrasado, los hombros duros, el aliento de lata. ¿Sabés cuánto hace que no duermo? Llené la bañadera, buscaba borrarme los abrazos de tanta gente, los mocos, los llantos, las toses, las frenadas, las sirenas de las ambulancias, los pitidos de las máquinas, el rechinar de los tubos fluorescentes, el olor marchito de las flores, tu piel que se volvió de tela y la voz robótica de la clínica: ascensor subiendo. Me metí en el agua y cuando sumergí la cabeza escuché voces y pensé que eras vos que entrabas. Eran los ruidos del vecino, claro. O peor, su tele. Se me cruzó la idea de que no hay humanos cerca, sólo pantallas encendidas y vos en un nicho alto: no llego a tocar el mármol ni en puntas de pie. Me acuesto rendida a ver si le gano al insomnio y parece que lo logro, duermo algo, unos minutos. Me despierta una pesadilla y te juro que no es tan oscura como lo que me pasa en la vigilia.
No tardan en llegar los ruidos. A la mañana, en el pasillo común del PH hay un platito con agua y otro con menudos de pollo. Los órganos ínfimos y crudos me hacen acordar a la operación. Me dan nauseas. No, no, no, repito mil veces, pero no los pateo, no los saco, los dejo estar. Y la noche se habita. Lo que sueño se trenza con los gemidos de los gatos en celo: el techo es un cogedero. ¿Estás ahí? ¿Me lo hacés a propósito? ¿Ahora sos uno de ellos? Los vecinos se contagian y cogen todos. Yo soy sólo mis oídos aterrados, sin cuerpo. Y al otro día toca batalla campal. Vos y yo sabemos de eso. Maúllan, gruñen, se deben estar arrancando los pedazos, siento cómo salen disparados algunos y cómo otros caen de un golpe seco.